En el bosque, alrededor de los fuegos encendidos, los jóvenes se quedaban toda la noche de 23 de febrero hablando. Las chicas recogían violetas dulces y campanillas, que luego guardaban con los iconos y utilizaban después para la magia. Por algunas partes, existía la costumbre que las chicas jóvenes solteras recojan agua de la nieve sin derretirse diciendo que esta agua nació de la sonrisa de las hadas y tenía propiedades mágicas. Cerca de mediodía, el 24 de febrero, las chicas empezaban a bajar hacía el pueblo, corriendo. Cada chico perseguía a la chica que más le gustaba. Si el chico corría bien y a la chica le gustaba el perseguidor, se besaban a la vista de todos los demás. Este beso era visto como un beso de compromiso lúdico y muchas veces era el preludio de una boda. Toda la comunidad del pueblo seguía interesada por lo que podía pasar durante la noche y el día de Dragobete, porque desde ese día se podía saber a qué bodas se irá en otoño. Por la tarde quedaban todos para la fiesta, donde todo el mundo, tenga o no tenga pareja, bailaba, cantaba y se divertía, porque se decía que el que no se lo ha pasado bien a la fiesta de Dragobete no encontrará pareja durante todo el año. Para todos, la fiesta de Dragobete era una fiesta bienvenida, porque se creía que el Dragobete ayudará a la gente trabajadora a tener un año más rico que los anteriores. El día de Dragobete no se trabajaba, para que Dragobete no se enfade y traiga mala suerte. Aunque a veces Dragobete castigaba a las jovencitas, se consideraba en general que este hado cuidaba y traía suerte a los enamorados, siendo un verdadero Cúpidon rumano. |
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